
El día que te merezca habré hecho tanto por ti como lo que tú ya has hecho por mí. Poner cara de que estás conmigo cuando nadie más lo está. Y ponerla hasta partírtela si hace falta por cualquier tontería indefendible que se me caiga de la boca. Hacer ver que tengo razón aun cuando ya hace rato que me la quitan de las manos. Y es que el día que te merezca, al resto del mundo que le den. Esta sensación de no llamarte ni oírte ni verte lo suficiente no creo que desaparezca, pero como mínimo tendré claro que a ti también te compensa. Ya sé que nada cambiará demasiado por tu parte el día que te merezca. Seguirás sin exigir tu cambio, como hasta ahora. Seguirás al otro lado de mis cosas, como hasta siempre. Mientras tanto, tendrás que conformarte con lo que hay. Llamada perdida de tanto en tanto que te recuerda que tenemos que quedar, y ese encuentro esporádico con todas las garantías de poder retomar las cosas justo en el punto donde las dejamos. Ahora que lo pienso, es difícil que llegue el día en que te merezca. Y las personas, las relaciones, las amistades y hasta la pareja, representan equilibrios jodidamente inestables, imposibles, contradictorios... aunque necesarios. Gracias.